Política "Comenzar hoy con un proyecto de país para después de la pandemia"
01/09/2020
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El discurso de hoy, 31 de agosto de 2020, del presidente de la República, Alberto Fernández, ha dado inicio una nueva etapa de su gobierno, al salir exitosamente del peligroso desfiladero de la difícil negociación con los acreedores privados, a los que inconsultamente se entregó el nefasto gobierno de Mauricio Macri.
Lo
veníamos diciendo desde hace ya unas semanas e intentábamos traer tranquilidad
y esperanza a muchos compañeros y compañeras, intranquilos y, en algunos casos,
hasta decepcionados de la prudencia y modestia que, aparentemente, predominaba
en la acción presidencial. Toda la preocupación gubernamental estaba cifrada en
esa negociación que llevaba adelante un hasta ese momento desconocido ministro
de Economía, al que los ladridos de la prensa opositora había comparado con un
pequeño equipo de fútbol de Villa Soldatti, nacido, por otra parte, a la luz de
los históricos Campeonatos Evita del primer gobierno peronista. Lo único que sabíamos
de ese ministro, Martín Guzmán, quien pese a su juventud exhibía un hablar
pausado, meditado, de tonos medios, sin inflexiones altisonantes, un tanto
monótono y aburrido, era su brillante carrera en EE.UU y la difusa idea de que
había sido recomendado del Papa Francisco.
Dijimos a lo largo de estos meses que Alberto necesitaba un sólido frente
interno para sentarse a negociar con el más aquilatado conjunto de truhanes y
filibusteros del capital financiero. Necesitaba presentarse como un presidente
que representa al conjunto del país, de sus instituciones y estados federales
que lo conforman. El país ya estaba en default -como hoy se encargó de repetir
el presidente- y no podía, en esas condiciones, revolear el poncho como un
remedo de Soledad Pastorutti y confrontar abiertamente con los tentáculos del
capital financiero instalados en el establishment económico argentino. Para
seguir con las comparaciones, se necesitaba paciencia y saliva, como en el
procaz dicho popular.
El poder económico y mediático del país comprendió de inmediato la situación y
desde un primer momento intentó boicotear todo tipo de acuerdo que favoreciese
a la Argentina, con la miserable idea que, si así ocurría, consolidaría el
poder político del Frente de Todos. Sobre ese país en crisis económica y en
default de hecho, con todo el sector pyme industrial desmantelado, con una
concentración económica cuyo objetivo es fugar dinero del país, se agregó, a
los pocos meses de gobierno, la más profunda y destructiva crisis generada por
la universalización sin fronteras de una pavorosa pandemia que encontraba al
país con sus estructuras sanitarias debilitadas y, en muchos casos, destruidas.
Se trataba, por un lado, de negociar con las aves carroñeras del capital
financiero, por un lado, y de instalar camas, respiradores y estructuras
sanitarias de todo tipo para enfrentar el huracán letal del Covid 19. La
cuarentena inicial sirvió para cubrir esas necesidades, pero obligó al gobierno
a sostener, con subsidios estatales, a los millones de compatriotas que,
repentinamente, había quedado sin ingresos. Nueve millones de argentinos y
argentinas recibieron durante estos meses un subsidio, modesto, pero suficiente
para no dejarlos desprotegidos en medio del vendaval. Pero además, ayudó,
también por la vía del subsidio, a miles de empresas -grandes, medianas y
pequeñas- a pagar los salarios que la caída de la actividad económica les
dificultaría hacerlo. Vale la pena mencionar en este punto que incluso las
empresas pertenecientes al cartel mediático que, desde la prensa escrita,
radiofónica y televisiva, continuaba hostilizando y provocando al gobierno,
llegando incluso a hablar de golpe de estado.
En esa tormenta, la situación política, económica y social más compleja que
gobierno alguno haya tenido desde 1880, Alberto Fernández avanzó, muchas veces
un paso y debió retroceder dos. También frente a la pandemia tenía que
presentar un frente interno unido. A su vez, la política de trabar
"clinch" -para usar una imagen del mundo del boxeo- con los
gobernantes de la oposición debilitaba a la misma y la dividía entre los
opositores con responsabilidades de gestión y los voceros de la desobediencia
civil, del republicanismo trucho y de la libertad de contagiar, sin
responsabilidad política alguna. Y obtuvo nuevos éxitos políticos cuando,
incluso, el gobierno central acudió en apoyo de la provincia de Jujuy gobernada
por el radical Gerardo Morales, quien resultó ser mejor carcelero que
enfermero, para mencionar dos servidores públicos.
Hoy Alberto Fernández y su equipo de gobierno informó que esa tarea estaba
concluida. Que el 93,7% de los acreedores privados habían entrado en el
acuerdo, lo que, por mecanismos del mismo acuerdo, comprometía al 99% de los
mismos. ¿Qué quiere decir esto? Que no habrá espacio para que fondos buitres,
compradores de bonos deuda defaulteada a bajo precio, puedan acudir a los
tribunales norteamericanos para exigir el pago de la totalidad de lo adeudado
en esos bonos. La pesadilla del siniestro juez Griesa que vivimos durante el
gobierno de Cristina ya no desvelará al ministro de Economía. Y no me extiendo
en las condiciones del acuerdo, que ya fue descripto por el ministro Guzmán,
con su habitual serenidad.
A su vez, el gobierno ha iniciado las conversaciones con el FMI para un acuerdo
sobre los 45 mil millones de dólares que la banda de forajidos que ocupó el
estado durante cuatro años pidió prestados en jornadas memorables donde la
mendacidad se abrazó canallescamente con la avaricia. Y, más allá de la
recomendación que le hizo el Papa Francisco sobre la titular del Fondo, la
búlgara Kristalina Georgieva y su conocimiento y experiencia de la pobreza -tal
como lo contó el propio presidente en una entrevista televisiva-, sonaron
fuertes las palabras presidenciales de que no habría, de ninguna manera, un
acuerdo que significase un empeoramiento de las condiciones de los más pobres y
castigados de la sociedad argentina. Sino que, por el contrario, el acuerdo
debería servir para facilitar el trabajo, el desarrollo de las fuerzas
productivas y la generación de las condiciones que permitan que nunca más -otro
nunca más en nuestra política- caigamos en el laberinto del Minotauro que
devora a quienes en él se extravían.
Y, por fin, después de cerrar esta etapa, el presidente mostró a los argentinos
y argentinas un programa estratégico, un proyecto de reconstruir una Argentina
más justa, con menos desigualdades que permitan el despliegue a pleno de sus
potencialidades económicas y humanas. Dio dos datos que permiten entrever ese
horizonte.
Por un lado, la puesta en órbita del nuevo satélite SAOCOM 1B, construido
totalmente en nuestro país con la participación central de la Comisión Nacional
Espacial (CONAE) junto con la empresa INVAP, contratista principal del
proyecto, la firma pública VENG, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)
y el Laboratorio GEMA de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), entre
otras 80 empresas de tecnología e instituciones del sistema científico
tecnológico del país. Ratificó con ello la política científico-tecnológica
iniciada ya en los 90, continuada por los gobiernos de Néstor y Cristina y que,
miserablemente, el gobierno del PRO había desfinanciado. Pero además, puso en
valor y recordó a los argentinos las posibilidades que nuestro país posee,
frente a la desmoralizante campaña de la prensa monopólica y de sus lenguaraces
que pretenden convertir la falta de cloacas -es decir la injusta distribución
de la infraestructura estatal, motivada, entre otras cosas, en la evasión
impositiva y en la fuga de capitales- en impedimento ontológico para nuestro
despliegue científico. Vale la pena mencionar que EE.UU. -el país que más
satélites tiene en el espacio y, posiblemente, la economía más rica del
planeta, tiene un 20 % de gente sin cloacas y una incontable cantidad de “homeless”
y familias que viven en casas rodantes, para no mencionar los barrios “slump”
de las grandes ciudades.
Vale la pena repetirlo: la Argentina no es el país de mierda que Clarín, La
Nación, TN y sus voceros a sueldo pretenden que creamos. Hay 194 países
reconocidos en las Naciones Unidas.
Argentina
está en el 12° lugar, en cantidad de satélites puestos en el espacio, con sus
14 unidades.
Y el
otro punto que tocó Alberto Fernández en su discurso de hoy fue también un
proyecto estratégico: la Hidrovía, la creación de una empresa estatal, entre la
nación y los estados provinciales costeros al río Paraguay y al río Paraná.
Desde Formosa, y ahí estaba Gildo Insfrán, seguramente disfrutando el momento,
hasta el Río de la Plata, se extenderá una vía fluvial que será el transporte
natural, eficiente y barato para toda la producción del NEA y parte del NOA. Y
el Estado nacional y las provincias serán las que manejarán esa gigantesca
cuenca, sus puertos y el tránsito de naves.
El presidente Alberto Fernández presentó un proyecto estratégico. “Federalizar
la industrialización” dijo con exactitud. Romper el histórico desequilibrio
económico entre el interior y sus regiones y el país portuario, crear un país
distinto al que hemos heredado con más de 100 años de desbalance, injusta
radicación de inversiones, injusta distribución del trabajo y de las
posibilidades de desarrollo, fueron las propuestas lanzadas por el presidente,
mientras en el Congreso se discute una reforma al pútrido sistema judicial
penal y una contribución especial y por única vez a la Riqueza, mientras se
prepara una reforma impositiva.
Hoy Alberto Fernández, superada la cuestión de la deuda, propuso un proyecto de
país para después de la pandemia y a comenzar hoy.
Por Julio Fernández Baraibar.
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