Carlos Saúl Menem fue una figura central en la joven democracia argentina que, pese a su condición peronista, gobernó el país durante más de una década con un fuerte sesgo neoliberal plasmado en profundas reformas políticas, económicas, sociales y culturales que constituyeron la antesala de la aguda crisis desatada en el 2001, bajo el mandato del radical Fernando de la Rúa.
Menem falleció ayer a los 90 años en el porteño Sanatorio Los Arcos, donde se encontraba internado debido a una infección urinaria. El cortejo fúnebre que trasladó los restos del ex presidente arribó anoche al Congreso de la Nación, donde fue recibido por la presidenta del Senado, Cristina Fernández de Kirchner.
Menem era velado en el Salón Azul del Senado de la Nación; y la despedida incluyó, en principio, un momento íntimo con sus familiares para luego permitir el ingreso de dirigentes, amigos y allegados hasta hoy, cuando se retiren los restos para su inhumación en el Cementerio Islámico de San Justo, junto a su hijo Carlitos Jr., muerto en 1995 tras la caida de un helicóptero que él mismo piloteaba.
El senador riojano venía atravesando complicaciones de salud: primero estuvo internado en el Instituto del Diagnóstico y Tratamiento a raíz de una neumonía bilateral y hace algunas semanas debió ser internado por una infección urinaria.
Menem devolvió el poder al peronismo en 1989 y fue la persona que por más tiempo encabezó el Poder Ejecutivo sin interrupciones en la historia del país, tras haber sellado en 1994 el “Pacto de Olivos” con Raúl Alfonsín, el primer presidente democrático tras la dictadura cívico-militar impuesta en 1976.
El líder de La Rioja, provincia a la que gobernó en dos períodos, asumió la Presidencia el 8 de julio de 1989, cinco meses antes del inicio previsto para el mandato, con promesas de “revolución productiva” y “salariazo”, pero su gobierno estuvo marcado por una política de corte neoliberal que incluyó la privatización de varias empresas del Estado, cambios en las leyes laborales que implicaron la pérdida de antiguas conquistas de los trabajadores y una estrategia de “relaciones carnales” con Estados Unidos.
Asumió el poder en medio de un proceso de hiperinflación heredado de la administración de Alfonsín y, una vez en el gobierno, tejió inesperadas alianzas entre el peronismo y dirigentes de ideología liberal que hicieron sentir incómodos a muchos de sus compañeros de tantos años de lucha.
Con Domingo Cavallo como “superministro” de Economía, impuso un Plan de Convertibilidad que hizo que los argentinos vivieran durante años con paridad cambiaria, en la que un peso equivalía a un dólar, un germen —sumado a otros factores— de la crisis económica, social y política que estalló en el 2001, cuando gobernaba la Alianza.
Menem, quien estuvo preso de la dictadura militar en las Lomitas, tomó el argumento de la “reconciliación nacional” para firmar en 1990 uno de sus más polémicos decretos: el indulto con el que liberó a los comandantes de la Junta Militar condenados por múltiples y gravísimos delitos contra la humanidad.
Sus estrategias políticas y su insistencia por lograr la reelección, alcanzada finalmente en 1995, lo llevaron a reformar en 1994 la Constitución nacional, después de que el país entero se sorprendiera con la firma del “Pacto de Olivos”, otra vez con Alfonsín como coprotagonista.
Menem dejó el poder en diciembre de 1999, cuando el peronismo, que llevó como candidato a Eduardo Duhalde, fue derrotado en las elecciones por la coalición UCR-Frepaso que postuló al radical Fernando de la Rúa.
En 2001 pasó seis meses en prisión en la causa por la venta de ilegal de armas a Ecuador y Croacia, por orden del juez federal Jorge Urso.
En 2003 intentó volver a la Presidencia y fue el más votado en la primera vuelta de los comicios de ese año, pero consciente de que todas las encuestas lo daban como seguro derrotado frente a Néstor Kirchner, bajó su postulación y no se presentó al balotaje.
Al momento de su muerte ocupaba un escaño en el Senado de la Nación como representante de su La Rioja natal.